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A lo largo de su historia ha contado con diversos nombres, aunque siempre ha desempeñado la misma función, sede administrativa.
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De Oriente, de la Constitución o de Rius i Taulet son algunos de los nombres que ha tenido esta plaza del distrito de Gracia hasta que una consulta ciudadana decidió rebautizarla con su denominación actual, la plaza de la Vila de Gracia, por tener allí la sede del Ayuntamiento en el distrito. Es por tanto el centro neurálgico del barrio, al que acudir a realizar las principales gestiones administrativas y el lugar que los gracienses eligieron para inmortalizar su condición de antigua villa independiente.
Ese pasado se hace presente todavía a través de algunos vestigios que han llegado hasta nuestros días. Algunos de gran riqueza visual que han logrado que el conjunto del recinto sea incluido en el Inventario de Patrimonio Arquitectónico de Cataluña. El primero de ellos es la propia sede municipal, un edificio de la segunda mitad del siglo XIX que fue reformado al estilo modernista por Francesc Berenguer Mestres, arquitecto municipal de la villa, además de ser amigo íntimo y discípulo de Antoni Gaudí. Junto a este inmueble se conservan todavía dos edificios adyacentes que datan también del siglo XIX.
Pero si hay un elemento principal que entronca el recinto con la historia más gloriosa del barrio es sin duda el Campanario de Gracia que se alza en el centro de la plaza. Se trata de una construcción realizada entre 1862 y 1864 por Antoni Rovira i Trias y que está formada por una torre con reloj y una campana que adquirió tintes legendarios durante la llamada Revuelta de las Quintas, en la que los gracienses se sublevaron contra la orden de alistamiento forzoso impuesta por el ejército español a todos los jóvenes del país. Ante la llegada de las tropas en busca de reclutas, la campana sirvió de sistema de alarma y se convirtió en el blanco de los militares, que la bombardearon sin cesar, enojados por su tañido. Aunque no consiguieron destruirla sí que la dañaron. No obstante, la campana (llamada Marieta) siguió cumpliendo su función con un sonido cada vez más roto y estridente durante los cinco días de asedio que sufrió Gracia.