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Barrio residencial que permitió que Barcelona volviera a abrirse al mar.
Metro: L4 (Amarilla) - Ciutadella | Vila Olímpica
La designación en 1986 de Barcelona como sede de los JJOO de 1992 provocó en la ciudad su penúltima gran transformación. Esta tuvo lugar en la montaña de Montjuic y, sobre todo, en el Poblenou. Se derribaron fábricas abandonadas, se acabó con el barraquismo y la ciudad se abrió al mar. Hasta ese momento, toda la zona pertenecía al complejo industrial del Poblenou y estaba llena de chabolas. El diseño corrió a cargo del equipo de arquitectos formado por Josep Martorell, Oriol Bohigas, David Mackay y Albert Puigdomènech, que confeccionaron el barrio siguiendo el modelo cuadriculado de manzanas de casas que podemos ver en el Eixample.
Durante la celebración de los Juegos, el barrio fue la residencia oficial de los atletas, dándole así nombre al barrio. Su construcción supuso una nueva vida para una zona tradicionalmente pobre como era esta. Desde un primer momento el lugar fue concebido como un espacio de calidad y tranquilidad lleno de jardines y amplias avenidas orientadas hacia el mar. Se ganaron playas como el Bogatell, Nova Icària o la Mar Bella. Con el tiempo la zona acabó convirtiéndose en un punto álgido del ocio en Barcelona, gracias a la recuperación del Puerto Olímpico como zona de restauración y fiesta: bares, chiringuitos y restaurantes concentran una gran parte del turismo de la ciudad.
Otras construcciones de ese momento fueron el conjunto de edificios formado por el hotel Arts y la torre Mapfre, que con sus 154 metros cambiaron el skyline de Barcelona, la escultura Pez de Frank Gehry, el Maremàgnum y la renovación del paseo marítimo de la Barceloneta. Esta nueva zona de la ciudad supuso la evolución natural de la Barcelona del siglo XX a la del XXI, convirtiéndose no solo en un lugar donde se trabaja y se duerme sino que ahora también se vive y se disfruta.